12 Jul 2025
José Echeverri

Los jefes que, si no ganan, empatan (y el equipo siempre pierde)

Manuel del jefe infalible

En toda organización hay un personaje que se repite con más frecuencia de la que quisiéramos admitir: el jefe infalible. Ese que, cuando no gana, al menos empata. Nunca pierde. Nunca asume. Nunca se equivoca. Y si lo hace, su error ya tiene destinatario: algún miembro del equipo que no «interpretó bien» la indicación.

Estos jefes tienen una estrategia clara: ambigüedad como seguro de responsabilidad. Dan instrucciones vagas, incompletas o cambiantes, de modo que, si algo sale mal, la culpa es de quien ejecutó. Pero si sale bien, era lo que «tenía en mente desde el principio». Así, instalan una cultura perversa: el equipo pierde confianza, la gente se protege, y el miedo reemplaza la iniciativa.

Un líder que no asume errores entrena equipos que no se arriesgan. Y lo peor: los vuelve espectadores de su propia inteligencia, siempre buscando sobrevivir al siguiente capítulo del drama directivo.

El efecto colateral es devastador pero silencioso: las personas se desconectan emocionalmente, se vuelven reactivas, bajan la cabeza y hacen lo «justo» para no exponerse. No hay innovación en la defensiva. No hay colaboración si todo puede volverse evidencia. No hay confianza cuando el error siempre busca culpable.

Un estudio reciente lo confirma: el 85% de los empleados confía más en líderes que admiten errores, según un estudio de PwC Global Workforce. No es una cuestión de estilo, es una condición de funcionamiento. Un jefe que no se permite dudar, impide que otros piensen.

Y aquí está la trampa real: estos jefes suelen ser buenos narradores. Se anticipan al fallo, preparan la coartada, y mantienen su imagen de infalibilidad con frases de museo:

  • «Eso no fue lo que yo pedí.»
  • «Se lo dije.»
  • «¿Usted cree que sabe más que yo?»

Y así, convierten cada proyecto en una lotería con resultado fijo: el equipo pierde, aunque haga todo bien. Y el jefe empata, aunque haya diseñado el desastre.

Querido jefe infalible: si nunca te equivocas, es probable que tu equipo ya haya dejado de hablarte con la verdad. Sigue ganando discusiones, mientras pierdes confianza, talento y propósito. La buena noticia: aún puedes bajarte del pedestal. La mala: el pedestal lo estás construyendo sobre los hombros cansados de tu equipo. ¿Hasta cuándo te van a sostener?

Liderar no es tener la razón: es crear entornos donde otros puedan pensar sin miedo.

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