Recuerdo mis primeras experiencias como jefe — en ese entonces, si un colaborador me contaba un asunto personal, lo sentía como si me lanzaran una bomba emocional. En mi mente sonaba: “¡Por favor, no más intimidades, que yo vine a lograr resultados!” Así que cambiaba de tema más rápido que un político en campaña. Mis relaciones eran profesionales, transaccionales y maravillosamente eficientes… hasta que dejaron de serlo.
Con los años (y varias reuniones incómodas), comprendí que separar la vida personal de la laboral es una utopía. El estrés del hogar llega a la oficina, y lo mismo pasa en sentido inverso. Pretender ignorar eso es como tapar una fuga de gas con cinta: funciona, pero solo hasta que revienta todo. En promedio, 1 de cada 3 empleados dice que el apoyo a su salud mental en el trabajo es insuficiente. Traducción: si no escuchas, puedes estar perdiendo un tercio de tu equipo.
Al principio, pensé que bastaba con decir “cuéntame” y soltar un “ánimo”, pero no: creía que, al compartir sus problemas, el colaborador esperaba que yo fuera su psicólogo personal. Era como si, de la noche a la mañana, además de líder, me hubiera convertido en terapeuta. Tremendo problema. Hasta que descubrí que ser líder no significa recetar, ni mucho menos diagnosticar. Lo que se necesita es algo mucho más sencillo: prestar atención, sin pretender salvar el mundo.
Una investigación del National Institutes of Health revela que casi el 15 % de los trabajadores sufre problemas de salud mental en el trabajo, y que la mayoría de las empresas han intentado mejorar esta realidad sin éxito. La consecuencia es el costo humano y económico: ausencias, bajo desempeño y resignación silenciosa. Como líderes, nuestra función no es ser héroes, sino acompañar en el proceso.
Por eso, no necesitas ser terapeuta. Necesitas ser humano. Necesitas recordar que tu equipo trae consigo todo un equipaje emocional, tanto si lo muestran como si lo esconden. Y tu tarea no es arreglarlo todo, sino hacer que se sientan válidos, escuchados y respetados. Con eso, el compromiso y la confianza crecerán como efecto secundario.
Algunos Tips para ser un líder más efectivo:
- Crea «puntos de escucha» frecuentes: destina unos minutos al inicio de la reunión para preguntar cómo están, sin agenda.
- Aprende a escuchar sin solucionar: respuestas como «¿quieres que lo hablemos ahora o lo guardamos para después?» pueden ser más poderosas que 100 consejos.
- Refuerza lo que se comparte: «gracias por confiarme esto», valida la conversación y fortalece el vínculo.
- Fomenta buscar ayuda profesional: hay situaciones que requieren de un experto; tu rol no es atender, sino conectar.
- La empatía se aprende: capacítate en esta habilidad; haz ejercicios para mejorar tu capacidad de escucha y lenguaje no verbal.
Liderar es incorporar humanidad, no experticia clínica. No eres terapeuta. Pero sí puedes convertirte en alguien que escucha, que sostiene y que devuelve dignidad. Y eso, créeme, es el liderazgo imperfecto que realmente deja huella.
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